Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. “Amplia sonrisa, caderas anchas… una madre excelente para mis hijos”, pensó. La saludó; ella respondió y retomó su lectura: culta, moderna. Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera lo conocía. Dudó. Ella bajó. Se sintió divorciado: “¿Y los niños, con quién van a quedarse?” Andrea Bocconi
1 comentario:
Anónimo
dijo...
Ja ja ja. Si, de esos "te hay a patadas". Como unas maracas. Simba y yo conocemos a uno parecido.
1 comentario:
Ja ja ja. Si, de esos "te hay a patadas". Como unas maracas. Simba y yo conocemos a uno parecido.
Publicar un comentario