“Las manos curan rápidamente –pensó–. Las he desangrado, pero el agua salada las curará. El agua oscura del golfo verdadero es la mejor cura que existe. Lo único que tengo que hacer es conservar la claridad mental. Las manos han hecho su faena y navegamos bien. Con su boca cerrada y su cola vertical navegamos como hermanos. –Luego su cabeza empezó a nublarse un poco y pensó–: ¿,Me llevará él a mí o lo llevaré yo a él? Si yo lo llevara a él a remolque no habría duda. Tampoco si el pez fuera en el bote ya sin ninguna dignidad.” Pero navegaban juntos, ligados costado con costado, y el viejo pensó: “Deja que él me lleve si quiere. Yo sólo soy mejor que él por mis artes y él no ha querido hacerme daño.”
Navegaban bien y el viejo empapó las manos en el agua salada y trató de mantener la mente clara. Había altos cúmulos y suficientes cirros sobre ellos: por eso sabía que la brisa duraría toda la noche. El viejo miraba al pez constantemente para cerciorarse de que era cierto. Pasó una hora antes de que le acometiera el primer tiburón.
El tiburón no era un accidente. Había surgido de la profundidad cuando la nube oscura de la sangre se había formado y dispersado en el mar a una milla de profundidad. Había surgido tan rápidamente y tan sin cuidado que rompió la superficie del agua azul y apareció al sol. Luego se hundió de nuevo en el mar y captó el rastro y empezó a nadar siguiendo el curso del bote y el pez.
A veces perdía el rastro. Pero lo captaba de nuevo, aunque sólo fuera por asomo, y se precipitaba rápida y fieramente en su persecución. Era un tiburón Mako muy grande, hecho para nadar tan rápidamente como el más rápido pez en el mar y todo en él era hermoso, menos sus mandíbulas.
Su lomo era tan azul como el de un pez espada y su vientre era plateado y su piel era suave y hermosa. Estaba hecho como un pez espada, salvo por sus enormes mandíbulas, que iban herméticamente cerradas mientras nadaba, justamente bajo la superficie, su aleta dorsal cortando el agua sin oscilar. Dentro del cerrado doble labio de sus mandíbulas, sus ocho filas de dientes se inclinaban hacia dentro. No era los ordinarios dientes piramidales de la mayoría de los tiburones. Tenían la forma de los dedos de un hombre cuando se crispaban como garras. Eran casi tan largos como los dedos del viejo y tenían filos como de navajas por ambos lados. Éste era un pez hecho para alimentarse de todos los peces del mar que fueran tan rápidos y fuertes y bien armados que no tuvieran otro enemigo. Ahora, al percibir el aroma más fresco, su azul aleta dorsal cortaba el agua más velozmente.
Cuando el viejo lo vio venir, se dio cuenta de que era un tiburón que no tenía ningún miedo y que haría exactamente lo que quisiera. Preparó el arpón y sujetó el cabo mientras veía venir el tiburón. El cabo era corto, pues le faltaba el trozo que él había cortado para amarrar el pez.
El viejo tenía ahora la cabeza despejada y en buen estado y estaba lleno de decisión, pero no abrigaba mucha esperanza. “Era demasiado bueno para que durara”, pensó. Echó una mirada al gran pez mientras veía acercarse el tiburón. “Tal parece un sueño –pensó–. No puedo impedir que me ataque, pero acaso pueda arponearlo. –Dentuso –pensó–. ¡Maldita sea tu madre!”
El tiburón se acercó velozmente por la popa y cuando atacó al pez el viejo vio su boca abierta, sus extraños ojos y el tajante chasquido de los dientes al entrarle a la carne justamente sobre la cola. La cabeza del tiburón estaba fuera del agua y su lomo venía asomando y el viejo podía oír el ruido que hacía al desgarrar la piel y la carne del gran pez cuando clavó el arpón en la cabeza del tiburón en el punto donde la línea de entrecejo se cruzaba con la que corría rectamente hacia atrás partiendo del hocico. No había tales líneas: solamente la pesada y recortada cabeza azul y los grandes ojos y las mandíbulas que chasqueaban, acometían y se lo tragaban todo. Pero allí era donde estaba el cerebro y allí fue donde le pegó el viejo. Le pegó con sus manos pulposas y ensangrentadas, empujando el arpón con toda su fuerza. Le pegó sin esperanza, pero con resolución y furia.
El tiburón se volcó y el viejo vio que no había vida en sus ojos; luego el tiburón volvió a volcarse, se envolvió en dos lazos de cuerda. El viejo se dio cuenta de que estaba muerto, pero el tiburón no quería aceptarlo. Luego, de lomo, batiendo el agua con la cola y chasqueando las mandíbulas, el tiburón surcó el agua como una lancha de motor. El agua era blanca en el punto donde batía su cola y las tres cuartas partes de su cuerpo sobresalían del agua cuando el cabo se puso en tensión, retembló y luego se rompió. El tiburón se quedó un rato tranquilamente en la superficie y el viejo se paró a mirarlo. Luego el tiburón empezó a hundirse lentamente.
–Se llevó unas cuarenta libras –dijo el viejo en voz alta. “Se llevó también mi arpón y todo el cabo –pensó– y ahora mi pez sangra y vendrán otros tiburones.”
No le agradaba ya mirar al pez porque había sido mutilado. Cuando el pez había sido atacado fue como si lo hubiera sido él mismo.
“Pero he matado el tiburón que atacó a mi pez –pensó–. Y era el dentuso más grande que había visto jamás. Y bien sabe Dios que yo he visto dentusos grandes.”
“Era demasiado bueno para durar –pensó–. Ahora pienso que ojalá hubiera sido un sueño y que jamás hubiera pescado el pez y que me hallara solo en la cama sobre los periódicos.”
–Pero el hombre no está hecho para la derrota –dijo–. Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.
El viejo y el mar (texto completo)
El viejo pescador de Cojimar
6 comentarios:
Exacto.
Y qué me dices de las mujeres...?ni una cosa ni la otra.
Ellas saben más que el diablo!! Bandidas! Qué haríamos sin ellas...
Bonita historia... saludos.
que gran libro.... y que gran amigo que me lo prestó y esperó calmosamente mi devolución...
Uno de ciencias
Mientras quede un hálito de vida el hombre siempre seguirá luchando por esa vida y sus sueños, siendo capaz de adaptarse a cualquier situación por muy extrema que sea. Una historia breve e intensa.
Vengo leyendo el blog hace unas semanas y hoy me encuentro con este post, de un libro que leí hace muy poco. Justamente hice un pequeño comentario en mi web así que si tienes tiempo te invito a decirme qué te parece, está en http://www.poemas-del-alma.com/el-viejo-y-el-mar-libro.html
Un clásico de la literatura...
El viejo y el mar es una historia tan sencilla que da gusto leerla.
@ccbre: Esperé la devolución de aquel libro comprado en Getxo en una especie de liquidación de libros. Seguro que le aprovechó a vd.
@princesa del vértigo: Así es, no hay más solución que levantarse y seguir.
@julian: Tampoco vayas a pensar que el León tiene mucho criterio...Me gusta mucho tu web, casi todas las que tienen algo de libros o de cine me gustan. Se nota que sabes de informática como bastante más que un servidor.
Publicar un comentario