Y cogiendo la hoja de papel, leyó todo el documento con la vista turbada y la voz enronquecida de emoción, subiendo desde la última letra hasta la primera.
Estaba redactado en estos términos:
In Sneffels Yoculis craterem kem delibat
umbra Scartaris Julii intra calendas descende,
audax viator, el terrestre centrum attinges.
Kod feci. Ame Sahnussemm.
Lo cual, se podía traducir así:
Desciende al cráter- del Yocul de Sneffels que la sombra del Scartaris acaricia antes de las calendas de Julio, audaz viajero, y llegarás al centro de la tierra, como he llegado yo. Ame Saknussemm.
Al leer esto, pegó mi tío un salto, como si hubiese recibido de improviso la descarga de una botella de Leyden. La audacia, la alegría y la convicción le proferían un aspecto magnífico. Iba y venía precipitadamente; oprímíase la cabeza entre las manos; chocaba las sillas; corría de lugar los libros: tiraba por alto, aunque en él parezca increíble, sus inestimables geodas: repartía a diestro y siniestro patadas y puñetazos. Por fin, se calmaron sus nervios, y, agotadas sus energías, se desplomó en la butaca.
-¿Qué hora es? -preguntó, después de unos instantes de silencio.
-Las tres -le respondí.
-¡Las tres! ¡Qué atrocidad! Estoy desfallecido de hambre. Vamos a comer ahora mismo. Después...
-¿Después qué...?
-Después prepararás el equipaje.
-¿Su equipaje?-exclamé.
-Sí; y el tuyo también -respondió el despiadado catedrático: entrando en el comedor.
Viaje al Centro de la Tierra, 1864 Julio Verne (1828-1905)
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