viernes, 19 de febrero de 2010

Lo que el monstruo exige... para alimentarse

La tasación hipotecaria fue el invento perfecto para la burbuja. Garantizaba un crecimiento del valor de las inversiones (ya que las casas dejaron de ser lugares para vivir en ellos) y además ahorraba un montón de trabajo a las entidades financieras que alimentaban así a la industria nacional con el dinero de los incautos ahorradores.
Para qué molestarse en analizar si un ciudadano o un promotor inmobiliario van a generar dinero suficiente para devolver el préstamo, si esos ingresos van a ser estables o si son gente seria y cumplidora. Se quería dar el préstamo (lo querían el banco, el gobierno, el ayuntamiento, el promotor y el que pedía el préstamo)
Pues se le pide a una empresa que un arquitecto nos firme el valor que precisamos que tenga la propiedad a hipotecar para conseguir un porcentaje (al que llamaremos LOAN TO VALUE) y ese porcentaje es todo lo que necesitamos para dar el préstamo con total tranquilidad. Así hasta el infinito. O hasta que pete. Farsa. La tasación fue una herramienta mágica. La magia no existe.
Mark Knopfler con What it is

4 comentarios:

Bastiagueiro dijo...

tal cual.
dime cuanto dinero necesitas, y te dire que tasacion te haré.
(la verdad es que, con el crecimiento del precio de la vivienda que habia, nunca habia fallo, HASTA QUE FALLÓ)

pau dijo...

pero es en todo, dónde hay objetividad?

bastiag dijo...

y pasa lo mismo con los auditores, expertos en maquillar empresas.
SOLO QUE AUDITAR UNA EMPRESA ES MUCHO MAS GRAVE QUE TASAR UNA PROPIEDAD DE ESA EMPRESA.
...Y SALTARÁ TODO POR LOS AIRES, CUANDO SEPAMOS QUE NOS VENDEN HUMO ...

Leon dijo...

Bastiag, en cierta forma son similares. Los auditores aceptan los valores que el empresario les dice sin hacer demasiadas preguntas y salvo que el pufo sea demasiado flagrante.
Los tasadores ponen el valor que les diga el promotor-banco-concejal, aunque sea irreal y no responda a ningun criterio objetivo (salvo ese etéreo mercado invisible)
Y bajo todo esto la eterna falta de responsabilidad sobre los propios actos. Nadie responde de nada.